23 mayo 2006

Ella



Cuando ella se ponía a pensar lo único que lograba era darse cuenta de eso a lo que tanto trataba de escapar.
Vivía como cualquier otra persona, sólo que cargaba con culpas demasiado pesadas para su alma.
Parecía que una negra tormenta se acercaba, pero sin embargo escapo de su mundo tratando de no llenar la atención de nadie. Sus ojos estaban cubiertos de ese brillo... ese que nubla la vista.
Se tropezó con su imagen reflejada en un lago cristalino. Le llamó la atención ver más cosas que su reflejo, el agua era pura y fría, debajo de ella estaba todo lo que conocía del mundo de afuera y lo que no también.
Estaba todo lo que la lastimaba, todo lo que la alentaba.
Ella miraba con sus ojos nublados, estaba con una carita... parecía una nena asustada.
Se paró en el borde de ese lago que esta en su mundo, vestida con la delicada y suave tela de su soledad.
Muy en el fondo del lago había una puerta con luz.
Cuando la vio, en su carita se dibujó una pequeña sonrisa muy finita y sintió tantas ganas de llegar a esa puerta.
Pero ella sintió que alguíen la llamaba del otro mundo, al que ya no pertenecía.
Ahora sus ojos estaban irritados de rabia, su cuerpo vibraba de la impotencia. Quería gritar, llorar, putear, golpear y no podía, no podía, no podía.
Pero cuando miraba por la puerta con luz...
Sólo tenía que dar un paso y dejarse caer, caer lentamente, sólo tenía que dejarse llevar por lo que sentía, tenía que permitírselo por una vez.
El mundo en el que estaba, lo conocía desde hacía no mucho tiempo, le ofreciía quererla.
Así que ella puso en la balanza a los dos mundos, el de fuera con sus gritos y esas puertas opacas, cerradas, sordas y solitarias; y este nuevo mundo en el que estaba parada.
Ganó el último, ella dio el paso y cayó.
Del otro lado se oían los gritos aún.
Ella caía, su cara sonreía, sus ojos brillaban de alegría, su alma se despojaba de esas pesadas culpas y se vistió con telas suaves, frescas, protectoras de amor y felicidad.
Entro en la puerta con luz, nisiquiera miro atrás. Cerró la puerta y la aseguró para que no se volviese abrir.
Del otro mundo le hablaban, esperan que ella les conteste, la miman, le dicen que la quieren...
Ella no se mueve, sus ojos tienen ese brillos especial que su nuevo mundo le da.
Los de afuera no lo perciben. Ella no se mueve, no les habla, no los necesita más.
Recién ahora se dan cuenta que la necesitan y no saben cómo hacerla regresar.
Pero la puerta se trabó para no abrirse más.